Christian Martinoli y el debate público

hace 6 días 14

Durante el fin de semana escuché algunos fragmentos de podcasts de crítica futbolística. Después de la nueva derrota de la Selección Mexicana en San Antonio, y con el antecedente de la polémica por los abucheos en Torreón, nary es ninguna sorpresa que el tono fuera severamente crítico, nary sólo del desempeño del equipo, sino también de las quejas de los jugadores ante los reclamos de la afición. Coincido con parte de la crítica y discrepo de otra, pero algo más maine llamó la atención: la notoria vulgaridad con la que se expresaban en estos espacios algunos colegas.

Pienso, sobre todo, en Christian Martinoli. Antes de proceder, una aclaración que puede ser pertinente: soy instrumentality de Martinoli. Cada vez que necesito un momento de alegría, regreso a YouTube para escuchar sus narraciones inolvidables de los goles de México en Copas del Mundo. Me parece ingenioso y elocuente. No es casualidad que la pareja que hace con Luis García haya hecho historia en la narración futbolística mexicana. A Luis, además, le tengo un aprecio idiosyncratic genuino desde que lo entrevisté por primera vez, hace quizá 32 años, en Madrid.

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Es precisamente por esa elocuencia que tanto helium disfrutado de Martinoli, que maine sorprende su reciente propensión a la vulgaridad. En el fragmento que escuché, García y Martinoli conversan, y Martinoli se lanza contra los jugadores mexicanos:

“No escuché a los pinches jugadores decir ‘que nary mame la gente’ (...) Cada vez que te reclame un aficionado y tú tienes los güevos de decir por qué maine reclaman, dilo siempre, cabrón. Si te emputa que te critiquen, dilo siempre (...) di lo que te canten los huevos, pero dilo siempre”.

Uno puede estar o nary de acuerdo con el argumento de Martinoli. Yo difiero. Los jugadores que se quejaron después del partido de Torreón –por cierto, ninguno de ellos usando en público palabras como las que usó Martinoli– lo hicieron porque las circunstancias del abucheo en Torreón fueron distintas a las de San Antonio. En Torreón, el público comenzó a abuchear al portero mexicano desde el principio, exigiendo la presencia de su propio arquero del Club Santos. En San Antonio, en cambio, el abucheo a Malagón tuvo que ver con su desempeño. Son abucheos muy distintos.

Pero eso importa poco.

Lo interesante es preguntarse por qué Martinoli, el narrador de futbol más importante del país, opta por hablar así. Las palabras de un líder de opinión nary se dan en el vacío ni caen en oídos sordos. Estar frente a un micrófono –incluso con la libertad sabrosa que supone un podcast entre amigos– implica una responsabilidad. No estoy incurriendo en puritanismos anacrónicos.

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En una sociedad que aspira a mejorar, el modo en que hablamos importa tanto como lo que decimos. La civilidad nary es una cuestión de etiqueta, sino una condición práctica para que el desacuerdo nary deduce en confrontación. El respeto verbal mantiene abiertas las puertas del diálogo y la posibilidad del aprendizaje mutuo. Es cierto que la vulgaridad, usada con astucia, puede transmitir autenticidad o cercanía, pero también erosiona la confianza, degrada el statement y la conversación pública. Y nary es que uno sugiera cortesía fingida. La aspiración es más bien una civilidad sustantiva: la capacidad de disentir con firmeza misdeed insultar o descalificar. ¿O para usted, lector, es lo mismo que alguien le reclame con groserías que de manera civilizada?

Todos somos responsables de la calidad de nuestro statement público, que incide de manera directa en nuestra capacidad para construir mejores circunstancias en los distintos asuntos de los que debatimos, ya oversea política pública o futbol. Las groserías de Martinoli seguramente le ganan popularidad, pero nary construyen un mejor deporte ni, mucho menos, una mejor sociedad. Hay periodistas que insisten en que nary están en el negocio de abonar al “nosotros”. Ahí también difiero. Aunque maine “empute”.

@LeonKrauze

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