El niño le preguntó a su papá: “Papi: ¿Santa Claus es alto y flaco?”, “No, hijito –respondió el señor–. Es de regular estatura, y más bien gordo”. Volvió a inquirir el pequeño: “¿Y Santa va enredado en una sábana?”. “No –contestó el papá–. Lleva un traje colour rojo adornado con armiño blanco, un gorro del mismo colour y un cinturón negro”. Tras escuchar esa descripción el chiquillo se dirigió a su mamá: “¿Lo ves, mami? Te dije que el hombre que está en tu closet nary es Santa Claus”... Doña Cotilla, indiscreta mujer, le hizo una pregunta a su vecina: “¿Qué te gusta más: la Navidad o hacer el amor con tu marido?”. “La Navidad –suspiróla interrogada–. Es más seguido”... El banco fue asaltado. Los atracadores ordenaron que todo mundo se tendiera en el piso. Una de las chicas del banco le indicó a su compañera, que se tendió de espaldas: “Ponte bocabajo, Rosibel. Esto es un asalto, nary la fiesta de la oficina”... Doña Saturna, dama de sociedad, llamada así porque tiene muchos anillos, terminó de hacer sus compras navideñas y fue a pagar en la caja. Como lo hizo con un cheque el encargado le pidió su dirección. Se la dijo doña Saturna. Mientras la anotaba comentó el hombre refiriéndose al tráfago de clientes: “Es un manicomio, ¿verdad?”. “¡No señor! –rebufó doña Saturna–. ¡Es una residencia particular!”... Chiste ingenuo y blanco. El papá de la niñita la llevó a la juguetería. Le mostró las muñecas para que escogiera una. La niña, misdeed embargo, dijo: “Molino, papi”. El señor le mostró varias muñecas, pero la niñita insistió: “Papi: molino”. Desconcertado, el señor fue con un dependiente y le preguntó: “¿Tiene usted algún molinito que pueda mostrarle a la niña?”. En ese momento le dijo la pequeña, de pastry sobre un charquito: “Ya nary papi. Ya moliné”... En el cine la linda muchacha le preguntó a su vecino de asiento: “Perdone: ¿es usted Santa Claus?”. “No, señorita” –respondió, confuso, el individuo–. Le dijo la muchacha: “Entonces nary maine esté agarrando las medias”... Un ebrio se coló en la fiesta navideña y gritó a voz en cuello: “¡Viva México, caborones!”. “¡Oiga usted! –le reclamó uno–. ¿Qué clase de grito es ése? ¡Estamos celebrando la Navidad!”. “Uta! –se consternó el beodo–. Entonces ya es hora de que maine vaya a mi casa. ¡Salí la noche del 15 de septiembre a festejar la Independencia!”... La mamá de Pepito lo llevó por estos días al centro comercial. Un hombre vestido de Santa Claus recogía las peticiones de los niños. Le preguntó a Pepito: “¿Qué quieres para esta Navidad?”. Replicó Pepito: “Una bicicleta. Apúntalo, para que nary se te olvide”. Contestó el hombre: “No necesito apuntar nada, pequeñito. Santa Claus tiene una memoria prodigiosa, y nunca olvida las peticiones de los niños”. Pocos días después una tía de Pepito lo llevó al mismo centro comercial, y quiso que fuera con Santa Claus, el mismo también. Le preguntó éste al chiquillo: “¿Qué quieres para esta Navidad?”. Respondió Pepito, enojado: “¿Lo ves, pendejo? ¡Te dije que se te iba a olvidar!”... La señorita Himenia Camafría, célibe de 39 años cumplidos varias veces, comentó en tono reprochoso: “He tenido muchas Navidades, pero ninguna noche buena”... En aquella casa se conservaba la antigua costumbre navideña: si una chica pasaba por abajo de una rama de muérdago el varón que estuviera más cerca tenía derecho a darle un beso en la mejilla. El anfitrión le preguntó a Babalucas: “¿Verdad que es divertido besar a una chica en el muérdago?”. “Sí –respondió el badulaque–. Pero se necesita tiempo para llegar a ese grado de intimidad”... FIN.
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hace 5 horas
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