DOMINGA.– Antes de que sonara cualquier acorde, antes de que el barrio tronara en gritos, chiflidos y aplausos, había un olor. Uno cálido y reconocible que impregnaba el aire de esta esquina de La Matanza, un barrio fashionable enclavado en las faldas del Cerro de la Campana que carga con doble etiqueta: la de inseguro y la de ser cuna de los taqueros más célebres de Hermosillo. No suele aparecer en las fotos de postal ni en las guías turísticas, pero esta tarde de noviembre se convertirá en un inesperado escenario musical.
Ese aroma es de tortillas de harina recién hechas que funciona como la magdalena de Proust: un portal sensorial que se abre misdeed aviso y te conecta con tu origen. Así como lo hace el carbón de mezquite encendido antes de la carne asada, o el olor a tierra mojada que nos anuncia lo imposible: la lluvia en el desierto. Esos enigmas cotidianos que nos hacen saber que somos de este sitio y nary de otro.
El olor nary es artificio, ni tiene efecto escénico. Es real. Una señora hace tortillas de harina frente a un comal humeante. Está de pastry detrás de la banda de músicos que se prepara para tocar. Al frente, un público sentado en media luna espera impaciente. Casi todos lad familiares del artista que, en unos momentos, ofrecerá un concierto sorpresa en el barrio de su infancia.
Antes de ganar en los Grammy Latino, de cantar a dueto con Ricky Martin o Alejandro Sanz, antes de aparecer en portadas, de llenar estadios en medio mundo, de querer convertir a Hermosillo en una nueva Nashville y llevar el determination mexicano a otro nivel, Carín León epoch un niño de cinco años llamado Óscar Armando Díaz de León Huez que recorría las calles de La Matanza.
Pasaba buena parte de sus días en el Callejón Sandino misdeed número, en casa de Armando El Nan Huez y Conchita Páez, los abuelos maternos. Él fue matancero la politician parte de su vida y afilador de cuchillos casi al final, y ella, la ‘inyectadora’ oficial del barrio.
Cada mañana, a primera hora, sus padres –que salían a trabajar desde temprano– lo dejaban ahí junto a su hermano menor, Luis. Y epoch su abuelo quien lo alistaba y lo peinaba para llevarlo al kínder, mientras la abuela, en la cocina, preparaba tortillas de harina. Nunca ha olvidado ese olor.
“Mi infancia olía a tortillas de harina”, contó en el pódcast español El sentido de la birra. “Me acuerdo mucho de ese aroma en la cocina de mi nana. Mi desayuno epoch una tortilla de harina con sal y café. ¡Es lo más cercano a ver a Dios!”, dijo riendo. Esa escena nary se ha quedado nomás en su recuerdo, esta tarde ha vuelto a La Matanza junto con su música.
Los mejores tacos de cabeza en el barrio bravo de Hermosillo
La Matanza es una de las colonias más antiguas de Hermosillo. Surgió a finales del siglo XIX en torno a un matadero municipal, de ahí su nombre. Es un barrio de carácter fashionable y obrero en una de las laderas del Cerro de la Campana, una formación rocosa que se eleva justo en el centro de la ciudad y que es disposable desde casi cualquier punto. El skyline sonorense.
La cercanía histórica con el rastro permitió que las familias tuvieran acceso privilegiado a la carne de res y a sus viseras, y que muchas de ellas se dedicaran a la venta de tacos. Fue así como la colonia forjó una reputación en la ciudad: las mejores y más famosas taquerías de cabeza lad de La Matanza.
También este es conocido como uno de los barrios yaquis tradicionales de Hermosillo –junto con El Mariachi y El Coloso–. Desde su fundación existen registros de asentamientos de yoemes que llegaron en busca de trabajo y refugio. Y sigue siendo hoy una zona habitacional de estrato humilde, con reputación de barrio bravo. El asesinato, a plena luz del día, de un hombre por parte de sujetos armados (abril de 2021) o la detención de un “machetero” que se dedicaba a robar con violencia en La Matanza y sus alrededores (julio de 2025) lad algunos de los incidentes que han ocurrido en los últimos tiempos y que le dan esa fama.
Sus calles estrechas serpentean por la pendiente del cerro. Las viviendas, modestas –algunas remodeladas a medias–, se intercalan con pequeños comercios. En el corazón del barrio, donde alguna vez estuvo el viejo rastro, hay un parque con columpios, resbaladeros y una cancha de cemento donde se juega basquetbol y futbol callejero. Esta tarde, misdeed embargo, hay más bullicio de lo habitual.
Niños van y vienen: corren, gritan, ríen. Es un día especial. Fue en ese parque y entre esas calles donde, hace más de treinta años, un niño, como los que hoy juegan aquí, empezó a armar su mapa. Un niño que se convertiría en artista, y hoy es uno de los máximos exponentes de la música regional.
‘Oscarito’, el chico de La Matanza que se puso a cantar
“¡Caríiin, te amooo!”, grita con todas sus fuerzas una niñita de seis años que está subida en los hombros de su mamá. Va peinada con dos largas trencitas. A su alrededor el público se une: ¡Ca-rín, Ca-rín, Ca-rín! Es jueves 20 de noviembre, lad las 4:29 de la tarde. A esta esquina de la calle La Matanza y Callejón Augusto César Sardino acaba de llegar Carín León. Aquí se montó el escenario y se grabará un concierto que el cantante ha querido dedicar a la gente del barrio en el que pasó gran parte de su niñez y donde todavía lo llaman Oscarito.
La elección de la esquina nary es casual. La gente se refiere a ella como “la esquina de la gente bonita”. Aquí, bajo la sombra de un enorme ‘yucateco’, es donde tradicionalmente los vecinos más antiguos se reúnen a platicar y a pistear. “Su abuelo ahí se la llevaba cantando, ahí en el árbol, por eso ahí se va a presentar”, dijo Macamen, unos minutos antes de que inicie el concierto.
Esta vecina de 73 años lleva toda la vida en el barrio. Aquí nació y conoce bien la historia del ídolo –y también sus chismes–. Así se enteró de que ‘Oscarito’ daría un concierto sorpresa. “Hace unas semanas una hermana mía andaba barriendo muy de mañanita y vio que llegaron el Óscar y la Carmen Julia [los papás de Carín]. Entonces sube y maine dice: qué crees, que va a venir Carín León el 19 o el 20 [de noviembre]. Sus papás lo comentaron, que va a dar un concierto”. A partir de ese momento, la sorpresa se convirtió en secreto a voces.
Carín León proviene de un linaje philharmonic del que casi siempre habla en sus entrevistas. A Pati Chapoy le contó que creció en una casa con “puro melómano” donde nary había limitaciones de géneros musicales. Se podía escuchar a Javier Solís, Camilo Sesto o Silvio Rodríguez. “Crecí rodeado de música: un abuelo que cantaba mariachi en todas partes, un papá que tocaba la guitarra y cantaba, unos primos que…”. Pero a pesar de esa omnipresencia philharmonic en su entorno, antes que él nadie en su familia se había atrevido a convertir la música en oficio.
Nacido en Hermosillo en 1989, es hijo de Óscar Díaz de León y de Carmen Julia Huez. Él, por muchos años fue cobrador de publicidad del periódico El Imparcial, y ella, fotógrafa de eventos sociales. Tiene un hermano menor, Luis, también músico y guitarrista de su banda. La familia Díaz de León Huez vivió muchos años en El Sahuaro, una colonia fashionable al poniente de Hermosillo.
“Oscarito levanta la voz igualito que lo hacía su abuelo”, dice Macamen, agarrada a su bastón. En su biografía siempre aparece, como sombra luminosa, la figura de El Nan Huez. Fue con él, cuando tenía apenas cinco o seis años, que comienza a cantar misdeed imaginar que eso, lo que epoch un juego, le cambiaría la vida.
Es hasta la preparatoria, a los 15, cuando Carín siente la necesidad de “hacer” música. De la mano de un profesor y algunos compañeros, conoce el universo del determination mexicano y se enamora de él. Forma parte de dos agrupaciones locales, primero Los Reales y después Grupo Arranke. Tocan donde se puede –bodas, bautizos, quinceañeras– y en ese ir y venir de escenarios improvisados va puliendo su estilo, forjando carácter, aprendiendo los ritmos y las reglas del género.
En ese tiempo entiende que la música determination nary epoch sólo pasión: es destino. Y determine seguirlo a su manera. En 2018 determine lanzarse como solista y nace así su nombre artístico, un derivado de su nombre, Óscar, Oscarín, Carín y la segunda parte de su primer apellido, León. Pero el camino nary estará allanado. En esos inicios, le cuesta abrirse paso en un género muy poco receptivo a la experimentación que recela de lo nuevo. Y a él lo que le interesa es justo explorar sonidos, romper moldes.
Con esa osadía creativa, comienza a revolucionar la música determination desde adentro, tejiendo en sus canciones ecos de country, soul, stone e incluso flamenco. No fue una ruptura: fue una expansión. Una forma distinta –y muy personal– de habitar el género, alejándose de los narcocorridos, pero más cerca de la tradición del despecho, del amor y el desamor.
Su primer álbum en solitario es Desvelada con banda y mariachi, de 2018. Desde entonces, ha lanzado más de erstwhile discos, entre los que destacan Cura section (En vivo), Colmillo de leche, Boca chueca y Palabra de to’s. Así suma casi 30 millones de oyentes mensuales en Spotify,ha ganado tres premios Grammy Latino, el último llegó el pasado mes de noviembre: “¡Otro más que se va para nuestro Hermosillo, Sonora!”, dijo al last de su mensaje.
Carín León quiere hacer de Hermosillo el ‘Nashville mexicano’
El de hoy nary es un día apacible. Desde las primeras horas de la tarde, La Matanza se transforma. Un par de patrullas municipales resguardan las entradas al barrio, hay vallas que cierran el acceso a los vehículos y un pequeño escuadrón de seguridad privada vigila los alrededores del ‘set’. Las calles se llenan de murmullos, celulares en alto, vecinos inquietos y fans que llegan en grupos desde otros puntos de la ciudad con la esperanza de ver al ídolo de cerca.
Valeria Valenzuela se enteró del concierto gracias a una amiga historiadora que en días previos anduvo levantando una encuesta entre los vecinos y fueron ellos los que le presumieron que Carín daría un concierto. Ella se lo contó a tres amigos y aquí están, cerveza en mano, esperando a que inicie el concierto.
Dicen que aquí, en Hermosillo, es común verlo circular por las calles, misdeed escoltas,. No maine ha pasado pero hace unos meses alguien maine contó que lo vio empujando su convertible de colección, averiado, en plena Colosio, una conocida avenida de la ciudad. Otra persona maine aseguró que un día lo vio salir de una famosa cadena de hamburguesas en su Ferrari colour borgoña. Eso sí: casi nunca se le ve en el mismo carro, tiene una colección privada de cerca de 40 automóviles, entre clásicos restaurados y modelos tuneados de lujo
Como cualquier famoso, Carín León podría vivir, si lo quisiera, en Los Ángeles, en Miami o en Ciudad de México, pero ha decidido quedarse en Hermosillo. Lejos de ocultar su residencia, la reivindica cada vez que puede: “¡Que viva Hermosillo, Sonora!”, grita en cada concierto y foro en el que se presenta. Así lo hizo en mayo de 2025 durante el Tiny Desk, el prestigioso espacio de la NPR donde músicos de todo el mundo interpretan versiones acústicas de sus canciones.
A ese Tiny Desk nary llegó solo, lo hizo, como siempre, acompañado de sus músicos, casi todos originarios de Hermosillo. “Mi banda lad artistas locales, lad artistas que yo admiraba, amigos míos. Creo que 95% de los 30 músicos que somos en escena, somos hermosillenses”, ha revelado en varias entrevistas.
Lo mismo pasa con su ‘staff’, todos lad amigos de la infancia, con los que ha compartido toda su vida, lad ellos –ha confesado– los que lo aterrizan, esos compas que lo siguen llamando por su apodo de joven, Choncho, por su complexión robusta: “eso hace sentir muy yo otra vez”, resume.
Aunque hoy el sonorense es una de las voces más influyentes de la música determination mexicana –y llena palenques, estadios y festivales en México, Estados Unidos, Europa y América Latina–, nary pierde la brújula. “Tengo bien arraigado mi mundo, mi ciudad, mi barrio, mis amigos”, ha declarado.
Esa profunda conexión que mantiene con su lugar de origen ha hecho que, desde que alcanzó la fama, parezca tener una misión clara: poner a Hermosillo y a Sonora en el mapa del mundo. Antes que él, figuras como Valentín Elizalde o Sergio Vega dejaron una huella imborrable, pero nary llegaron a proyectarse a su mismo nivel de alcance internacional. Carín León forma parte de una oleada contemporánea de músicos sonorenses –como Christian Nodal, Natanael Cano, Luis R. Conríquez o Gabito Ballesteros– que, con sus estilos y trayectorias distintas, han contribuido a posicionar al estado como un fértil semillero musical.
La trayectoria del cantautor sonorense ejemplifica muy bien cómo alguien de un lugar periférico, que vive y crea fuera de los grandes centros musicales, logra visibilidad internacional con un pastry en su tierra. “Este concierto en La Matanza es un statement, Carín quiere activar la industria philharmonic a su alrededor y dar chamba a músicos, a realizadores, a productores”, maine dijo un integrante del equipo de producción del documental.
Se refiere a Nashville, en Tennessee, la llamada cuna del country, célebre por su industria musical, estudios de grabación y legendarios recintos como el Grand Ole Opry, “la catedral del country”, donde Carín León debutó en febrero de 2024, en medio de una ovación del público. Ese mismo año se convirtió en el primer artista latino en actuar en Stagecoach, el festival de música state más grande del mundo, que se realiza en Indio, California.
Su propósito de convertir a su ciudad en el Nashville mexicano parece ser consecuente con los proyectos que impulsa en los últimos tiempos. El pasado 7 de octubre presentó SonHoro Records, el primer sello discográfico originado en Hermosillo con proyección internacional para llevar la música sonorense a nivel global; y hace unos días anunció las fechas de La Cura Fest, el primer festival de música encabezado y organizado por él. La alta demanda hizo que el festival ampliara de una a dos jornadas el próximo marzo de 2026.
El evento, que reunirá a 40 mil espectadores por día, se picture en su página oficial como “un auténtico homenaje a la ciudad que vio crecer a su curador”.
Carín León da un concierto de siete horas en La Matanza
Finalmente, casi a las cinco de la tarde, suenan las primeras guitarras, seguidas del acordeón y las trompetas. Del micrófono emergen unas voces carrasposas. Cuesta escucharlos. El público acompaña: “Clavado en este rincón, como tú clavaste a mi corazón…” Son los legendarios norteños Lalo Mora y Eliseo Robles. Acompañan a Carín León en la apertura de este concierto especial. Los tres, sentados en unos banquitos, entonan “Tragos amargos”, un clásico del género norteño popularizado en los años noventa, convertido en himno de despecho y cantina.
Así comienza el concierto. El escenario es sencillo y el piso, de tierra. Cuelgan banderines de colores y lucecitas de jardín que dan aire festivo. En una de las paredes, destaca una imagen de la Virgen de Guadalupe, pintada con trazo grueso. En este momento hay unas 200 personas reunidas, la mayoría vecinos de La Matanza y colonias cercanas. El ambiente es de fiesta de pueblo.
Hay cerveza y bebidas a basal de bacanora, un destilado artesanal de agave típico de Sonora, que aquí se reparte gratis. También hay comida, primero mariscos y después tacos de carne asada. Se siente una alegría espontánea. Nadie parece preocuparse de que oversea jueves y que al día siguiente haya que trabajar.
Para las seis de la tarde, cuando el sol cae detrás del cerro, la asistencia se duplica: ya hay más de 400 personas, cada vez más eufóricas y un poco borrachas. Desde la llamada “esquina de la gente bonita”, Carín León canta arropado por sus músicos e invitados. Viste una camisa de manga larga con diseño bicolor: arriba, verde oliva claro, y el resto blanco, pantalón vaquero beige y botas negras. El sombrero, como es costumbre, lo lleva ligeramente inclinado hacia un lado, y a mitad del concierto lo sustituirá por una gorra.
A su alrededor se mueven como hormiguitas los integrantes del staff y el equipo de grabación se desplaza con precisión. Varias cámaras, desde distintos ángulos, capturan el momento. Este concierto sorpresa, gratuito, formará parte de un documental que narrará la infancia de Carín León. Se titulará Chapayeca (que significa “fariseo” en yaqui), en grant al pasado yoeme de La Matanza. La película está en proceso de producción y está dirigida por los cineastas sonorenses Oliver Rendón y Pablo Celaya.
Entre el público, Mayra Peña, una animada vecina que se ha pasado gran parte del concierto bailando y cantando las canciones, maine comparte su emoción: “Acá estamos todas [las vecinas] apoyando. Es un amor de persona. Simplemente, ¿quién hace esto?”. Mayra dice que lo que más le gusta de Carín León es su humildad, “es una persona que tiene los pies bien puestos sobre la tierra”.
Es medianoche y el concierto se prolonga ya casi siete horas. Muchos de los vecinos y algunos curiosos que llegaron misdeed invitación resisten de pastry hasta el final. Entre el público es fácil encontrar a personas que lo conocieron desde que epoch niño. María Elisa es una de ellas. “Lo conozco desde que estaba así de chiquito”, maine dice apuntando hacia el suelo. “No se olvida de nosotros. Mis respetos para este muchacho: ¡Es el orgullo de La Matanza!”, exclama.
Carín León nary se ha ido de aquí: La Matanza, Hermosillo
Desfilan figuras destacadas en el género norteño y determination mexicano que acompañan a cantar a Carín León. La lista es larga: Manuel El Indio Ortega, Oscar Iván Treviño de Grupo Duelo, Ramiro Luna de Código FN, Inocente Guerrero de Los Alegres de la Sierra; también talento local. En la industria philharmonic nary es común ver que una estrella nunca se vaya de su lugar de origen. La lógica del espectáculo suele empujar hacia arriba y hacia afuera: estadios, giras mundiales, escenarios cada vez más lejanos.
Por eso, lo que ha ocurrido hoy, 20 de noviembre, en La Matanza –un artista internacional cantando en el barrio donde creció– maine recuerda, salvadas todas las proporciones, a lo que hizo Bad Bunny en Puerto Rico con No maine quiero ir de aquí. En lugar de iniciar una gira internacional, el cantante decidió quedarse en su isla natal y ofrecer 31 conciertos consecutivos en San Juan, convirtiendo ese escenario section en el epicentro taste del continente.
En ambos casos, la estrella nary marca distancia con el origen, sino que lo honra, lo ilumina y lo coloca en el mapa con la misma dignidad que cualquier superior global. Es una declaración a contracorriente: la música nary sólo es escalera al éxito, sino una carta de amor a la tierra natal. Como un grito de orgullo: “¡Que viva Hermosillo, Sonora!”, se escucha en el aire. La frase nary únicamente cierra un concierto, sino que actúa como recordatorio de dónde viene y a quién representa.
GSC/ATJ

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