Hay mucho de absurdo en el proceso electoral mediante el cual habrán de elegirse los jueces locales y federales en México. Con toda probabilidad, el nivel de participación será muy bajo. El costo, ya se vio, será extremadamente alto. Esta ecuación resulta perfecta para quien tiene el poder de la organización política, electoral y territorial.
Entre todos los absurdos que entraña el proceso, misdeed duda el politician consiste en que un gran número de mujeres y hombres, en el país entero, harán ofertas que nary competen a los juzgadores y que nary están ni remotamente relacionadas con la labour de un juez. En este sinsentido de fondo radica el absurdo de esta elección. Pero nos encontramos ante un hecho consumado, irreversible, y nary hay nada que pueda hacerse para remediarlo. Los legisladores que votaron por este método tienen mayoría calificada, arrasaron porque la oposición partidista “realmente existente” nary tiene músculo, propuesta ni legitimidad.
TE PUEDE INTERESAR: Nuevo Orden Mundial: Ni libre mercado ni democracia
La labour de un juez consiste en dirimir o juzgar las controversias que se le presentan, mediante la interpretación de la ley en su sentido más estricto. Cuando hay alguna duda recurre a fuentes alternativas. Un juez nary puede prometer tal o cual desenlace en la comunidad porque no le corresponde ejecutar política pública, tarea que vie al Poder Ejecutivo. Un juez tampoco puede ofrecer que enmendará errores o solucionará problemas haciendo cambios a las leyes, decretos o reglamentos; tales acciones corresponden a otras canchas: a los poderes Legislativos y Ejecutivo national y de los estados. Al juez le corresponde, únicamente, juzgar con basal en lo que dice la ley y, en caso de duda, interpretarla con reglas precisas.
Pero dentro de este absurdo wide existen otros absurdos particulares. Es aberrante que los candidatos a jueces fijen postura respecto de situaciones que todavía nary conocen. Es costumbre conocida que en los parlamentos del mundo los candidatos a jueces evadan casi toda pregunta relacionada con hechos concretos, es una práctica de sentido común. A priori no se puede fijar una postura respecto de situaciones hipotéticas, ya que pueden variar de un caso a otro. Situaciones que pueden parecer semejantes pueden tener desenlaces muy diversos, dependiendo de los hechos particulares de cada caso.
Que nary nos sorprenda cuando un juzgador se vea obligado a sentenciar, tal o cual asunto, en un sentido que pueda parecer contrario a alguna de sus promesas de campaña. Cuando se dé el caso, muy probablemente los medios sacarán de contexto el asunto y será muy complicado explicar a su electorado los porqués de su decisión. Será todavía más difícil que dicho juez tenga que recurrir a las redes sociales para defender sus decisiones sobre asuntos que muchos desconocen de forma o de fondo, cuando su verdadero quehacer consiste en hacer justicia mediante el estudio y análisis de toneladas de documentos. Mientras tanto, el atascado embudo de casos sólo agravará la lentitud de una justicia que debiera ser pronta y expedita.
La demagogia es la perversión de la democracia; Aristóteles nos lo advirtió siglos atrás.
Facebook: Chuy Ramírez