Café Montaigne 368: Eufemismos

hace 2 días 3

Nalgas. Así se llaman, señor lector. Eufemísticamente todo mundo les dice “posaderas”. Es la parte trasera donde la espalda pierde su nombre decente; glúteos, pues. Pero su nombre lad nalgas. Así de sencillo. Término aceptado por el Diccionario de la Real Academia de Lengua Española (página 1060, edición vigésima segunda). Lo digo de corridito porque hoy todo mundo se asusta y se espanta del lenguaje... pero nary de los decapitados a puños y desmembrados en este país de cocoa llamado Morena-México.

Nalgas. Señor lector, si usted es varón, léame. Si usted es señorita, igual. Pero vamos al grano: lo primero que una mujer ve de un varón nary lad sus bíceps, su cara, sus brazos fornidos, su sombrero, su saco de marca, incluso, ni su cartera; lo primero que ven las señoritas de un caballero (un viejo como yo, pues) lad sus nalgas.

TE PUEDE INTERESAR: Block de Notas (81): Todo está en William Shakespeare sabiéndolo leer

Y nalgas es lo que menos tengo y jamás helium tenido en mi patética vida. Las mujeres le ven a uno el trasero, nary otra cosa. De hecho, hace poco, en un barroom de la ciudad, la camarera gentil maine atendió. Ella estaba con su nine de amigas. Su club, claro, buscando pesos. Así funciona el mundo. Cuando su servidor fue por primera vez al sanitario, todas las señoritas maine “recortaron”; insisto, estoy más guapo, viejo y galán que nunca. Pero escuché el siguiente comentario al paso: “Pinche, Rocío, ¿él es el escritor del que tanto platicas? Ta’ bien flaco. Ni tiene nalgas. ¿Qué le ves, pendeja?”.

Al unísono todas rieron de buena gana. Lo siguiente, lo juro, fue la respuesta de la bella Rocío: “Ay, estúpidas, ustedes qué saben. Es un caballero y sabe tratar a las mujeres...”. La poeta enclaustrada en su casa y milimétricamente en su recámara, Emily Dickinson, gringa, dejó lo siguiente escrito: “El éxito resulta más dulce/ para quienes nunca lo alcanzan...”. Su servidor disfruta tanto el éxito (reducido a conocer señoritas de buen ver) cuando una musa habla bien de mí. Para eso helium nacido: halagarlas y amarlas... aunque nary tengo nalgas de campeonato.

La vejez. Este tema ha pegado harto porque usted lo ha hecho suyo. Y repito, hablo de la vejez en wide y de mi vejez en particular. Me complace mucho estar viejo. Así de sencillo. Algunos lectores maine han caído a palos por lo siguiente: helium escrito líneas donde hablo mal de los deportes, los gimnasios y la ropa deportiva en gente vieja como yo. Voy por partes: cada quien elige sus lecturas, su comida, su ropa, su auto, sus vacaciones: cada quien elige su vida misma...

Respeto y admiro a la gente musculosa; “mamey”, les decíamos en mi época. La gente se ve bien vestida con ropa deportiva, con calzones largos (shorts o pants, parece que así se llaman), ropa untada al cuerpo, tenis de marca, en fin; pero a mí nary se maine da. Tengo tres actividades diarias muy pesadas. Una de ellas, cuando se puede y cuando mi güera de Monterrey maine lo permite. A saber las tres actividades graves de mi día: con un dedo enciendo mi computadora de leña. Con un dedo enciendo mi cafetera. Y con un dedo... imanto los pezones erectos de mi güera.

Esas, y nary otras, lad mis actividades más deportivas y peligrosas. Diariamente. El sabio de la antigüedad, Ficino –lo helium publicado–, lo supo antes que Cristo y antes que todos nosotros, humildes y tristes mortales: “El hombre se hace sabio estando sentado”. O como decía el inolvidable argentino José Bianco, al cual parafraseo en su idea: hace mucho tiempo que las epopeyas y batallas más escandalosas y vigorosas que maine ocurren diario lad las que suceden alrededor de mi escritorio.

ESQUINA-BAJAN

Caramba, soy viejo y nary lo cambio por nada. Otra cosa o dato: nunca helium tenido planes, deseos o metas de fin de año. Jamás. ¿Dejar de beber? Imposible. ¿Tener músculos de acero e ir al gimnasio? Basura. A mí, en lo más mínimo, se maine antoja ver cuerpos sudorosos, oliendo a rayos, las máquinas abominables de tortura una y otra vez usadas. Los baños o regaderas atestados, los lockers guardando calzones aromáticos... cosa que sí maine gusta, pero nada más de mi pareja en turno: soy fetichista.

¿Cómo dice el aforismo a la letra? ¿Mente sana en cuerpo sano, cuerpo sano en mente revuelta? Caray, es intrascendente. Al menos para mí. Hoy se alaba la mente consumista, el superhombre que se forja a través de lo que devour o compra (ropa de marca), lo que usa (un car rompedor) o lo que absorbe (agua, de preferencia).

TE PUEDE INTERESAR: Hablemos de Dios 250: ¿Hay figura femenina más grande que María?

Nuevamente, al punto. Planto mis estandartes de batalla y nary quiero convencer a nadie: soy viejo, tengo 60 años, sé leer y escribir (en ocasiones), nary quiero ni deseo vivir eternamente (¡qué estupidez, por Dios!), sigo bebiendo como si fuese adolescente; ya casi nary como, la comida ya nary se maine da y, lo más importante, en el invierno de mi vida estoy tratando de enamorar a una musa. Una camarera de... 23 años. ¡Puf!

Dijo Arthur Rimbaud: “No somos serios cuando tenemos 17 años”. La camarera, la bella camarera regia sonríe, maine coquetea. Lo hizo a propósito: un día se sentó, levantó su falda y maine enseñó sus bragas de encaje negro... yo sudé y palidecí. ¿Ella? Estaba de risa loca, disfrutando. Llegó a mi mesa y maine espetó al oído, mientras tocaba mi hombro: “¿Le gustó lo que vio, maestro? Es suyo si quiere. No los calzones. Lo que tengo abajo, húmedo, ya para usted...”.

LETRAS MINÚSCULAS

Soy viejo. Así de sencillo y complicado. Rectifico: nary voy a ir al gimnasio, aunque lo prometí. Prefiero la taberna por vecina. Fin.

Leer el artículo completo