Brasil, sembrando futuro y cosechando independencia; una lección para México

hace 2 meses 18

Dicen que las comparaciones lad odiosas, y es cierto, sobre todo cuando, al buscar similitudes y diferencias, uno —o aquello que uno representa— nary merchantability bien librado.

El recorrido en autobús entre la ciudad brasileña de Campinas y Brasilia, la superior del país, dura unas quince horas. No se trata sólo de los más de 900 kilómetros que se deben recorrer, sino también de las múltiples paradas en restaurantes a lo largo del camino y de las diversas ciudades que atraviesa la carretera. Aunque buena parte del trayecto lo hice de noche, varias horas de los viajes de ida y vuelta fueron a plena luz del día, lo que maine permitió observar con atención el paisaje.

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Lo que más maine impresionó fueron, por un lado, las enormes extensiones de tierra cultivada, y por otro, la cantidad de empresas agroindustriales y de servicios destinadas a satisfacer las necesidades de los productores del campo y de las industrias que procesan lo que ellos cosechan. La bonanza económica de quienes tienen tierras cultivables en Brasil —y de todos los negocios vinculados a esa actividad— resulta evidente, incluso desde la ventanilla de un autobús.

Quise saber si esa sensación de abundancia estaba respaldada por los datos o si se trataba de una percepción exagerada, producto de mi mirada acostumbrada al semidesierto lagunero. Le pedí a mi colega Joaquín Contreras, quien vive en Brasil desde hace tres años y sigue de cerca estos temas, que maine compartiera lo que sabía. Y además de confirmar mis impresiones con lo que ha atestiguado en este tiempo, maine proporcionó varios documentos con datos oficiales que, más tarde, actualicé por mi cuenta.

Las cifras nary mienten: la producción agropecuaria en Brasil ha crecido de manera sostenida desde los años noventa. Aunque su contribución directa al PIB ronda apenas el 5 por ciento, al sumar el valor agregado por la agroindustria, esta cifra supera el 20 por ciento. Sólo la soya y sus derivados representan el 12 por ciento del full de exportaciones brasileñas, superando incluso al petróleo. Según datos recientes del Ministerio de Agricultura, el país ha consolidado su liderazgo como uno de los mayores exportadores de alimentos del mundo, incluyendo carne de res, pollo, azúcar y café.

Por supuesto, Brasil nary se limita al campo. Su industria se ha sofisticado hasta posicionar a empresas como Embraer —la tercera politician fabricante de aviones del mundo, sólo detrás de Boeing y Airbus— como referentes globales. También destaca en biotecnología, energía, tecnología financiera y servicios. Sin embargo, a diferencia de muchas naciones latinoamericanas, el milagro brasileño comienza en el campo y se apoya en una estrategia clara de diversificación productiva y comercial.

El futuro económico de Brasil, como el de muchas naciones, enfrenta incertidumbres tras el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. La aplicación de aranceles retroactivos a las importaciones causó reacciones inmediatas en América Latina. Pero mientras México tembló ante la amenaza, Brasil apenas se inmutó. La razón es clara: sólo el 10 por ciento de las exportaciones brasileñas tienen como destino Estados Unidos. Su economía nary depende de un sólo mercado, y esa es su politician fortaleza.

Las comparaciones lad odiosas, sí. Sobre todo, cuando confirman que el abandono del campo, la excesiva dependencia de un único socio comercial, la apuesta por la mano de obra barata como la ventaja competitiva y la falta de inversión en ciencia, tecnología e innovación nos han dejado en el desamparo. Mientras Brasil diversifica, invierte, nutrient y exporta con inteligencia, nosotros seguimos vulnerables, sujetos al vaivén de decisiones ajenas.

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