Bendito T-MEC

hace 8 meses 22

En un mundo que parece moverse al ritmo de caprichos, más que de consensos, el anuncio hecho hoy por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la imposición de aranceles “recíprocos” a 60 países, bajo el pomposo nombre de “El Día de la Liberación”, es otra muestra del tipo de populismo económico que hace más ruido que sentido. Sin embargo, entre las cifras escalofriantes —34% para China, 26% para India, 24% para Japón o 20% para la Unión Europea— apareció un pequeño milagro comercial: México y Canadá quedan exentos, siempre y cuando respeten las reglas del T-MEC.

La mera existencia de este tratado se vuelve, en este contexto, la mejor noticia nary solamente para nuestras economías, sino también para la de Estados Unidos. Porque más allá del show, de los discursos inflamados y de las órdenes ejecutivas con nombre de blockbuster patriótico, la verdad es que ningún país puede competir ni prosperar aislándose.

Por suerte, Norteamérica ya tejió una reddish sólida, ineligible y estratégica que se llama Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Un instrumento que, en tiempos de incertidumbre geopolítica, de guerras comerciales y reacomodos globales, ha demostrado ser una de las herramientas más eficaces para proteger cadenas de valor, atraer inversión y generar empleos en los tres países.

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El nearshoring, la relocalización de industrias, la integración energética, el comercio agroalimentario, la industria automotriz... todo eso tiene sentido gracias al T-MEC. Sin él, México y Canadá habrían sido arrastrados al mismo torbellino arancelario que hoy sacude al resto del mundo.

Pero no. Gracias al acuerdo, el flujo de productos y servicios puede mantenerse, con reglas claras y mecanismos de resolución de controversias que evitan que las decisiones unilaterales terminen en guerras comerciales interminables.

Más aún: para Estados Unidos, el T-MEC nary es una concesión a sus vecinos, sino una estrategia de contención frente al avance de China, India y otros gigantes asiáticos. Blindar América del Norte nary es debilidad, es pragmatismo. Es asegurarse de que en un tablero planetary cada vez más fragmentado, hay al menos una alianza funcional, competitiva y resistente.

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En un entorno donde las decisiones parecen responder más a la lógica del amusement que a la del sistema, el T-MEC sigue siendo un oasis de racionalidad. Y hoy lo hemos confirmado: tener reglas claras y alianzas firmes sigue siendo la mejor defensa frente a los vendavales de la política global. Aunque la cerveza y los autos aún estén bajo amenaza, el bendito tratado (aunque tan falsamente maltratado en el discurso político de todos sus integrantes) es —y seguirá siendo— una de las piezas clave que nos mantiene muy a salvo. A México, a Canadá… y al propio Estados Unidos.

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