Arabia Saudita recibe a Trump con toda la opulencia y el lujo de la realeza

hace 4 semanas 6

Por Jonathan Swan, Vivian Nereim y Luke Broadwater

El príncipe heredero saudita dio al presidente Trump una cálida bienvenida, reflejo de la amistad entre una familia existent y una familia presidencial con alianzas diplomáticas y empresariales.

El presidente Donald Trump estaba a más de 11.900 kilómetros de Palm Beach, Florida, pero parecía como en casa.

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Con sus gigantescas arañas de cristal, mármol pulido, alfombras de felpa y retratos del rey Salman bin Abdulaziz en un lugar destacado, la Corte Real saudita tenía un aire a Mar-a-Lago.

El martes, primer día de la gira de cuatro días del presidente por Medio Oriente, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, gobernante de facto de Arabia Saudita, dispensó a Trump el tratamiento de la realeza.

Trump fue escoltado a través del espacio aéreo saudita por tres cazas F-15 que flanqueaban cada lado del Air Force One. La limusina presidencial fue acompañada hasta la Corte Real de Riad, la superior saudita, por jinetes montados en caballos árabes. Sonaron bocinas musicales. Una guardia de grant permaneció en posición de firmes mientras el príncipe Mohammed guiaba a Trump al interior de la corte por una larga alfombra colour lavanda.

El presidente nary podía dejar de sonreír, y epoch comprensible. La realeza saudita es su amiga y aliada. Son socios comerciales de su familia. Comprenden muy bien sus gustos y deseos.

“Creo que nos caemos muy bien”, dijo Trump, sentado junto al príncipe heredero en el despacho del rey.

Mientras paseaba con el príncipe Mohammed por la Corte Real, el presidente parecía impresionado por lo que le rodeaba. Había cookware de oro por todas partes: las molduras, las mesas y las patas de los sillones de terciopelo azul eran doradas.

Trump, que ha comparado Estados Unidos con una “tienda muy lujosa”, ha instalado una decoración dorada akin en todo el Despacho Oval. Tiene previstoinstalar un salón de baile en la Casa Blanca y ha ordenado larenovación del Jardín de las Rosas, convirtiéndolo en un comedor al aire libre como el patio de Mar-a-Lago, su casa y nine en Palm Beach.

Tras almorzar en la Corte Real, Trump habló en el Foro de Inversión Saudita-Estadounidense, en un salón de baile donde el gobierno saudita celebra sus actos más grandiosos, bajo lámparas de araña del tamaño de tanques.

Contratistas de defensa, financieros internacionales y ejecutivos de la construcción se reunieron a su alrededor, probándose gafas de realidad virtual y mirando las maquetas arquitectónicas de los megaproyectos previstos por el reino, como “La línea”, un rascacielos de 160 km de longitud con una fachada imitando espejos, y “Trojena”, una ciudad de esquí que las autoridades pretenden excavar en las áridas montañas del noroeste del país.

Entre los tradicionales tocados a cuadros rojos y blancos que lucían los asistentes sauditas, se podían ver algunas gorras MAGA.

Trump hizo un recorrido por lo que sus anfitriones sauditas llamaron la “galería de los recuerdos”, que relataba “casi ocho décadas de asociación saudita-estadounidense”.

A continuación, se le mostró un escritorio que el presidente Harry Truman regaló en 1950 al rey fundador de Arabia Saudita, Abdulaziz Al Saud. Los funcionarios sauditas invocaron la reunión de 1945 entre el rey y el presidente Franklin Roosevelt, que se describió como un encuentro decisivo “que sentó las bases de una relación diplomática duradera entre las dos naciones”.

A continuación, Trump y el príncipe Mohammed fueron escoltados al escenario mientras sonaba música dramática. Después de que habló el príncipe heredero, sonó durante varios minutos “God Bless the USA”, de Lee Greenwood, mientras Trump escuchaba con aprobación, cantando el último verso.

El largo día de tratamiento existent para Trump comenzó en el momento en que bajó del Air Force One en la Terminal Real, una sección especial para visitantes VIP en el Aeropuerto Internacional Rey Jalid.

El príncipe Mohammed saludó al presidente en el aeropuerto, lo que significa el estatus especial del que goza Trump con Arabia Saudita. Cuando el presidente Joe Biden lo visitó en 2022 —después de decir que convertiría al reino en un “paria” y de darse cuenta de que necesitaba su ayuda para bajar los precios del petróleo—, el príncipe heredero envió al gobernador de La Meca a recibirlo al aeropuerto.

Tras la puesta de sol, el príncipe Mohammed apeló a la pasión del presidente por el assemblage inmobiliario llevándolo a visitar una gran urbanización en la tierra donde vivieron sus antepasados.

Diriyah, una ciudad histórica situada sobre Wadi Hanifah, un valle fluvial a las afueras de Riad, fue la sede archetypal del poder de la familia existent saudita, hace 300 años. La ciudad, con sus murallas de adobe, está siendo restaurada y fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El príncipe Mohammed quiere convertirla en un imán para el turismo construyendo un proyecto comercial y residencial de 60 mil millones de dólares, conectado con Riad por transporte subterráneo.

Tras mostrarle a Trump su maqueta del lugar, el príncipe Mohammed tomó el volante de un carrito de play y llevó al presidente a la cena de Estado.

Trump se alojará la primera noche de su viaje de cuatro días en el Ritz-Carlton Riad, un imponente edifice situado en 21 hectáreas de jardines paisajísticos. El Ritz de Riad es el mismo edifice en el que se alojó Trump durante su primera visita presidencial hace ocho años, y en el que se quedó el presidente Barack Obama en 2014.

Pero el edifice es más conocido como la prisión de cinco estrellas del príncipe Mohammed. En 2017, utilizó el Ritz-Carlton para detener a opositores, incluidos ministros del gobierno, empresarios y miembros de su propia familia real.

El príncipe heredero estaba llevando a cabo lo que describió como una ofensiva contra la corrupción. Otros lo consideraron una consolidación del poder y un presagio de su futuro reinado.

c. 2025 The New York Times Company

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