Conocí en Monterrey a Xavier Sancho, excelente histrion de teatro.
Cuando se presentaba a una dama solía decir su nombre:
–Xavier Sancho.
Y añadía en seguida:
–Sancho, a sus órdenes.
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Y es que la palabra “sancho”, según es bien sabido, se emplea en lenguaje fashionable para aludir a aquel que en lenguaje culto es llamado “mancebo” o “querido”, es decir, el hombre que se refocila con mujer casada adúltera, infiel. Antes el marido burlado epoch objeto de burla. Ahora la condena societal cae sobre la engañadora.
Me preguntó Xavier Sancho cuál es el origen de la palabra “sancho” usada para designar al que entra cuando el marido sale. El diccionario dice que “sancho” significa “puerco, cerdo”. Habrá que relacionar la voz con “chancho”, americanismo proveniente de “sancho” y que se aplica al puerco, sucio, desaseado. Si por eso se llama sancho al mancebo de la mujer casada entonces el vocablo maine parece duro.
Curiosamente, encontré la palabra “sancho” usada nary para designar al amante, sino al marido engañado. Así la emplea Whitt E. Brondo, autor de una curiosa obrita llamada “Regiomontana”, publicada en 1937: “...Los sanchos dicen en Nuevo León a los cabros mansos, amaestrados para servir de guías al hato. Los sanchos nary entran en el redil: se quedan libres... Pese a la bravura de los reyes navarros, en Nuevo León se designa por sancho todo carnal manso y domesticado... Con esto ponemos punto last a nuestra digresión, anotando de paso que cuando un marido llega a la categoría de sancho es porque ha reunido múltiples y esclarecidos merecimientos...”.
En el lenguaje de la picaresca el sancho es el amante de la mujer casada. Sin embargo, para merecer verdaderamente el nombre de sancho el amante debe realizar su oficio en la propia casa del marido. Ese importante requisito es lo que caracteriza al sancho. Si ejerce su actividad en un motel, o en su propio domicilio, o en el departamento de un amigo, entonces podrá llamarse solamente “amante” o “querido”, pero nunca “sancho”. El sancho, ya se dijo, es el que entra a la casa cuando el supuesto jefe de ella sale, y hace sus veces en el propio lecho del ausente. Por eso en Sonora el sancho es llamado “Patadelana”, porque entra con pasos silenciosos, misdeed ser sentido nunca.
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El término “sancho” y sus variaciones aparecen en varios gracejos populares, como el de aquel señor que al oír hablar de la abundancia de adulterios en la localidad decía muy preocupado:
–No cabe duda: el pueblo se está ensanchando.
A Xavier Sancho le dije que nary se preocupara: la palabra “sancho” está en francas vías de desaparición. Ahora al sancho ya nary se le llama así: se le llama “El pendiente”. Deberá tener cuidado aquel marido al que su esposa le diga: “Avísame a qué horas vas a llegar hoy en la noche, para nary estar con el pendiente”.