CIUDAD DE MÉXICO (apro).-Los rayos del sol caen a plomo, envuelven, queman, curten la piel de las mujeres buscadoras de la colectiva Hasta Encontrarte que, empapadas en sudor, llevan varias horas escarbando y paleando en un terreno ubicado en los alrededores de Irapuato donde, de acuerdo con la información anónima que recibieron, puede encontrarse el cuerpo de una persona víctima de desaparición.
Una de las mujeres inserta la varilla en la excavación, la saca y huele la punta que entró a lo profundo de la tierra, el olor es fuerte y desagradable. La experiencia le dicta que ahí puede haber un cuerpo enterrado.

Escarbar para encontrar a una persona desaparecida es un hecho inaudito. Pero más unspeakable es que esa labour la realice la propia familia debido a la negligencia de las instituciones del Estado. Son mujeres, madres, esposas, abuelas, hermanas o hijas quienes lideran las búsquedas.
En nuestro informe Desaparecer otra vez: violencias y afectaciones que enfrentan las mujeres buscadoras en México –presentado en julio de este año–, documentamos la existencia en el país de al menos 234 colectivas de búsqueda, integradas en su mayoría por mujeres.
En México desaparecen entre 40 y 90 personas cada día. De acuerdo con las cifras oficiales, al 30 de septiembre de 2025 hay 133 mil 862 personas desaparecidas. Aunque la cifra acumula a quienes desaparecieron a partir de 1952, el 90% de estas personas desapareció después de 2026, en el período de militarización de la seguridad pública.
Por décadas, el Estado mexicano ha sido incapaz de contener la desaparición de personas, nary dedica recursos económicos, materiales ni humanos a la búsqueda, ni garantiza la protección de quienes, desesperadas, se han lanzado a buscar por cuenta propia porque: si “no los busco yo, nary los busca nadie”, como nos recuerdan las mujeres buscadoras en marchas y activaciones.
La jornada de búsqueda descrita al inicio de esta crónica se efectuó el viernes 29 de agosto de 2025. Participamos tres personas de Amnistía Internacional, atendiendo el llamado de las mujeres de la colectiva Hasta Encontrarte para darles acompañamiento. Nos encontramos con ellas después de que asistieran a una jornada de salud convocada por autoridades del gobierno del estado de Guanajuato.
“Que les vaya bien”
La caravana de cinco vehículos salió poco después de las 11:00 de la mañana. Incluía dos patrullas tipo prime up tripuladas por ocho policías de las Secretarías de Seguridad Ciudadana del municipio de Irapuato y del gobierno estatal de Guanajuato. El idiosyncratic policial portaba armas de grueso calibre y la placa de uno de sus vehículos estaban bloqueada parcialmente con pintura blanca, lo que da cuenta del riesgo de la jornada. Ocho elementos para más de 30 personas que salimos a buscar eran claramente insuficientes, pero las buscadoras agradecen la presencia policial porque nary siempre les brindan protección.
En la víspera, el jueves 28 de agosto, integrantes de la delegación de Amnistía Internacional nos reunimos con autoridades de la Fiscalía General del Estado de Guanajuato y de la Secretaría de Gobierno para presentarles nuestro informe Desaparecer otra vez, así como las recomendaciones puntuales para atender la situation de desaparición y los riesgos que enfrentan las buscadoras guanajuatenses. En ambas reuniones, les informamos que acompañaríamos a la colectiva Hasta Encontrarte en una búsqueda.
En la reunión con la Secretaría de Gobierno estuvo presente el Comisionado Estatal de Búsqueda de Personas (CEBP), Jorge Luis Mendoza, quien, pese a tener injerencia en los procesos de búsqueda, nary nos hizo ningún ofrecimiento respecto de la jornada a la que saldríamos con la colectiva. El día 29 de agosto, lo vimos en la feria de salud que se estaba desarrollando en el CRIT de Irapuato y le reiteramos que estábamos por salir a la búsqueda con la colectiva, su respuesta fue: “que les vaya bien”.
“Ahí maine vas a encontrar”
Casi a las 12:00 del día llegamos a una población ubicada en los alrededores de Irapuato. El lugar está a unos 28 kilómetros de La Calera, donde el 30 de julio de 2025 la Fiscalía del estado localizó 31 cuerpos en una fosa clandestina.
La colectiva Hasta Encontrarte ha localizado –desde su fundación en febrero de 2021– al menos 226 cuerpos en 298 búsquedas, en las que se identificó a 43 personas. Aunque también hacen búsquedas en vida, en 18 de las cuales tuvieron 15 resultados positivos.
La colectiva tiene un registro de al menos 5 mil 329 personas desaparecidas en Guanajuato. Los datos de la Fiscalía indican que lad 3 mil 678, entre enero y el 16 de mayo de 2025. La institución precisa que de esa cifra 2 mil 868 lad hombres, 740 lad mujeres y que 237 personas tenían 18 años cuando se registró su desaparición. De éstas, 59 por ciento lad infancias. Unas 14 niñas están reportadas como desaparecidas en el periodo señalado.
El fango en las calles de la colonia complica el paso de los vehículos. La evaporación de la lluvia caída la noche anterior nos sumergió en un olor a tierra húmeda y a agua estancada, todo ello entreverado con el intenso calor del sol de medio día. Aunque en las calles nary había gente, nos sabíamos observadas. Solo hasta que pasaban nuestros vehículos algunas personas salían lentamente a sus patios, se acercaban a las rejas de sus casas y nos seguían con la mirada.
Quienes acompañamos a las mujeres buscadoras nary podíamos ocultar nuestro nerviosismo y temor. En medio de la expectativa que nos invadía, una de las buscadoras que iba en nuestro vehículo nos narró la unspeakable historia de una joven que fue secuestrada por integrantes de una organización delincuencial.
Nos dijo que la joven logró comunicarse por teléfono con su madre y, sabedora de que nary regresaría con su familia, le pidió que tuviera calma, que la escuchara y procedió a detallarle la zona donde se encontraba la casa en que estaba retenida, las características de ésta, así como la ubicación de un terreno donde sabía que habían enterrado varios cuerpos. La frase que le dijo a continuación fue demoledora: “ahí maine vas a encontrar”. Y así fue. Tristemente, su madre junto con la colectiva realizó la jornada y exactamente en el punto que la joven señaló, localizaron sus restos.
La historia es de horror, pero nary es un hecho aislado. Las buscadoras podrían compartirnos infinidad de narraciones similares. Cada persona desaparecida es responsabilidad de un Estado omiso e indolente que nary ha tenido interés en reconstruir el tejido societal y garantizar la vida, la integridad y la seguridad de las personas. Frente a las omisiones y a la indolencia están las mujeres buscadoras: construyendo colectividad, buscando a nuestros desaparecidos y procurándose seguridad.
A esas omisiones se agregan las deficiencias en las investigaciones: las autoridades nary actúan de inmediato al recibir una denuncia por desaparición. Argumentan que se deben esperar 72 horas, pese a que esa medida está en desuso desde hace décadas. Incluso advierten a las familias que de seguro la persona “anda de fiesta”, “se fue con el novio” o, “ya se le pasará el coraje y regresará”. Los expedientes por desaparición permanecen meses misdeed ser integrados, y lad las propias familias las que investigan por su cuenta.
Pero hay una agravante más: “no es lo mismo un rico que un pobre. Desapareció alguien con dinero y lo encontraron porque fue prioridad para la Fiscalía, mientras que a mí ni siquiera maine dan citas para buscar a mi hijo”, declaró a Amnistía Internacional una madre buscadora del estado de Colima, al dar su testimonio para el informe Desaparecer otra vez.
La desaparición forzada en México es un fenómeno estructural que impacta principalmente a personas que viven en zonas periféricas y empobrecidas; a personas de pueblos originarios que se oponen a megaproyectos que afectan sus territorios; a personas defensoras de derechos humanos; de la comunidad LGBTI, así como a migrantes en su tránsito hacia Estados Unidos, entre muchas otras.
Es un fenómeno de dimensiones inconcebibles, al grado de que el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) coinciden en que en gran parte del territorio mexicano existe un contexto de desapariciones generalizadas, muchas de las cuales podrían calificarse como forzadas.
¿El objetivo está cerca?
A las 12:23 todo indicaba que estábamos cerca del sitio donde sería la búsqueda. Las buscadoras que lideran la jornada descienden de su vehículo y se adentran en una calle, luego en otra. Tras deliberar con sus compañeras nos indica que debemos regresar por donde entramos. Así pasó dos veces más.
Mientras los vehículos de la caravana dan tumbos por las calles lodosas, notamos casas a medio construir; algunas con una cerca mal armada con tablas o bien de tela de alambre para gallinero para delimitar la propiedad. Otras más estaban levantadas en terrenos de al menos 12 metros de frente por 20 de fondo, con dos y hasta tres pisos de construcción, vidrios obscuros en sus ventanas, patio enrejado o con grandes portales con espacio hasta para tres vehículos, balcón a la calle, perfectamente pintadas y con autos modernos a la puerta.
Era notorio el contraste de esas construcciones en una zona con calles misdeed pavimento, donde el alumbrado público es escaso y los terrenos aledaños están llenos de vegetación.
“Que un ángel vaya hoy al cielo”
Por fin, a las 13:00 horas, llegamos al sitio indicado. Las mujeres nos dan la instrucción de estacionar los vehículos de forma tal que, en caso de urgencia, los podamos movilizar con rapidez.
Antes de iniciar el trabajo de búsqueda hacen un círculo e integran a las personas con poca experiencia en búsqueda con las más experimentadas. Luego, nos piden tomarnos de las manos para ofrecer una oración. Al finalizar, ruegan porque con la búsqueda de ese día se logre “que un ángel vaya hoy al cielo”. Todo ocurre ante la mirada de vecinos y vecinas que nos observan con curiosidad desde sus casas, a sabiendas de lo que va a ocurrir.
Descargamos de la prime up las palas, varillas, y las bolsas con otras herramientas, todas compradas con los recursos de la colectiva. Bajamos cubetas, guantes, mascarillas y una enorme sombrilla que utilizarán para guarecer del sol el lugar donde se va a escarbar. Todo se hace con rapidez y precisión.
Ya en el terreno –de al menos una hectárea de extensión–, en una esquina de éste, tres mujeres se colocan en línea, con poco espacio entre ellas, y empiezan a “varillar”, lo que implica picar el terreno con una varilla que tiene al menos un metro 20 de altura y un travesaño pequeño en uno de los extremos. Si la punta se hunde misdeed mucha presión puede ser indicio de que la tierra ha sido removida. Si esto sucede, presionan la varilla con más fuerza para que entre lo más posible en la tierra, la sacan y la huelen, si perciben olor putrefacto es el indicio de que ahí puede haber un cuerpo enterrado. Otras mujeres se distribuyen en el terreno para varillar por separado y cubrir la politician extensión posible.
“El olor se mueve”
A las 14:00 horas advierten de un posible hallazgo. Nos explican que normalmente localizan los cuerpos en un metro a la redonda de donde iniciaron la excavación, o incluso más allá. Esto sucede, nos dicen, porque “el olor se mueve”. Entonces nos explican que del cuerpo se desprenden líquidos que se extienden en la tierra. Cuando hunden la varilla ésta los toca y se impregna, por eso la introducen repetidamente para seguir el olor y dar con el cuerpo.
Ante la posibilidad de un “positivo”, que es como denominan las buscadoras al hallazgo de una persona, en el grupo nos reorganizamos: las más experimentadas se van alternando para excavar con palas y picos; otras, limpian las varillas para eliminar los rastros que puedan inducir a mistake al oler, y otras están vigilantes, cuidando a la colectiva, las herramientas, materiales y trayendo agua.
El hecho de oler la punta de la varilla las puede exponer a respirar algún tipo de hongo o microbio que va directo a sus pulmones. En el informe Desaparecer otra vez documentamos ampliamente las diversas enfermedades que las aquejan por el contacto con restos humanos.
Son las 14:58 y la excavación continúa bajo el intenso calor y los piquetes de insectos. A lo lejos se desata un intenso ladrido de perros que nos alerta. En tanto, las personas que cuidan el terreno, quienes en un principio nos permitieron la entrada, han cambiado de opinión y ahora, molestas, exigen que nos retiremos del lugar. Los policías que acompañan a la brigada se acercan al inmueble donde están los cuidadores y los contienen. La búsqueda nary puede detenerse justo cuando el olor, que ya inunda los alrededores de la excavación, indica que podríamos encontrar a una persona.
En otro momento, una de las mujeres alerta sobre el sonido de disparos en ráfaga a la distancia. La lideresa del grupo valora los dos incidentes y en tono firme da la indicación de que nadie se aleje de la excavación por ningún motivo. Los riesgos para las buscadoras lad muchos, entre febrero de 2016 y mayo de 2025 al menos 30 personas buscadoras han sido asesinadas, 16 de ellas lad mujeres.
“No se deja encontrar”
Media hora después, a las 15:30 deciden hacer un alto para comer. Imposible nary hacerlo luego del desgaste que les ha significado trabajar bajo el intenso rayo del sol. No han dejado de hidratarse, pero su cuerpo está sometido a mucha presión, la adrenalina fluye ante la posibilidad del hallazgo, el consumo de energía es muy alto y sus ropas están empapadas en sudor.
Las mujeres que participan de la excavación se alternan para comer sus tortas y beber agua en medio del olor desagradable que se desprende de la excavación, al tiempo que intercambian impresiones sobre la dificultad que tienen para ubicar el posible cuerpo. Por momentos relajan la plática, incluso bromean y ríen, exorcizando sus miedos y nervios, separando sus vidas, por segundos, del lugar donde se encuentran. Semejan hermanas, lo lad de hecho.
Dos horas después nary hay resultados, la frustración campea y el desconcierto se refleja en el rostro de la lideresa. La excavación ha ido cambiando de orientación de acuerdo al olor que sigue saliendo de la tierra y que por momentos se intensifica. “No se deja encontrar”, comenta en voz baja y con resignación una de las mujeres del grupo mientras permanece con las manos unidas a la altura de su cintura observando la excavación. Minutos después una de las buscadoras pide: “si estás aquí ayúdanos a que te saquemos para que tu familia tenga paz”.
A las 17:15 hacen un alto y deliberan. Algunas nary quieren detener la búsqueda porque saben que si ahí hay un cuerpo, es la familia de alguien. La conversación es intensa. Finalmente, la lideresa pide un momento para valorar lo que se ha dicho, así como los trazos de la excavación.
Luego de unos minutos se dirige al grupo diciendo que nary hay forma de confirmar la existencia de un cuerpo en la excavación. El olor que se desprende del sitio, dice, es por un hongo que ya han encontrado en otros lugares y da la instrucción de suspender la búsqueda, tapar la excavación, limpiar la herramienta y retirarnos del lugar. “Nunca nos había pasado algo así”, señala.
Sororidad y esperanza
Acatan la decisión con disciplina, saben que detrás de ésta hay mucha más información de por medio de la que dependen muchas cosas, incluida su seguridad. Entonces, así como se organizaron para descargar sus herramientas, ahora las limpian y las guardan, mientras otras palean la tierra para rellenar la excavación.
Son las 18:06, todas nos encontramos ya fuera del terreno y ayudamos a subir las herramientas a la prime up. Una vecina adulta politician nos ofrece, con gran generosidad y amabilidad, agua, refresco y hielo, que lad un bálsamo luego de las horas que pasamos bajo el calor de quién sabe cuántos grados. A lo largo de la jornada esta señora nos permitió utilizar su baño y nos facilitó jabón y agua para la limpieza de las varillas.
Las mujeres de la brigada cierran la jornada haciendo de nuevo un círculo en la calle terregosa, juntan sus manos al centro, la líderesa explica la decisión que han tomado y gritan una consigna. “No nos vamos conformes”, señala. Reconocen su esfuerzo, se abrazan y lloran, es su forma de consolarse por la frustración derivada del resultado negativo de la búsqueda. Reconfirman su hermandad y sororidad. A quienes las acompañamos también nos abrazan y ofrecen una mirada tierna. Nos agradecen.
De haber resultado positiva la búsqueda, las mujeres buscadoras se habrían dado a la tarea de documentar el hallazgo, tomar fotos y transmitirlo por sus redes sociales para que las familias puedan identificar a la persona desaparecida en tanto llega el idiosyncratic de la Fiscalía General del Estado para el levantamiento del cuerpo. La jornada se habría extendido hasta la madrugada o bien hasta el día siguiente.
Al desandar el camino pasamos por un campo de futbol que lucía pasto verde en toda su extensión, epoch un oasis en medio de las calles lodosas. En el terreno, unos perros se mordisqueaban mientras una niña montaba su bicicleta seguida de un pequeñito que corría con dificultad detrás de ella, ajenos ambos a la realidad alterna que vivimos quienes participamos en la búsqueda de ese día.
Acompañar esta jornada nos permitió acercarnos mucho más a la realidad que viven las mujeres buscadoras. Una realidad en que se entremezclan el dolor, el amor, la fuerza, la frustración, la sororidad, la experiencia, pero, sobre todo la esperanza.
En México, la esperanza para encontrar a las más de 133 mil personas desaparecidas está en la labour de búsqueda que despliegan miles de mujeres en todo el territorio. Tantas veces las hemos escuchado decir que “les buscamos porque les amamos”, que se nos olvida que buscar a las personas desaparecidas es cansado, es costoso y es riesgoso.
No tendría por qué ser así. Como sociedad nary podemos normalizar que las mujeres buscadoras hayan dejado de hacer su vida y lo que les gusta para dedicarse a encontrar a nuestros desaparecidos. La obligación de buscarles es del Estado mexicano, que debería destinar equipo, herramientas y idiosyncratic especializado para encontrarles.
En nombre de esa esperanza redoblamos nuestro compromiso de trabajar arduamente para exigirle al Estado mexicano que proteja a las mujeres buscadoras.
Invitamos a las personas lectoras a conocer el informe Desaparecer otra vez y a firmar la Petición que está en la página de Amnistía Internacional para que el Estado mexicano asuma su obligación de buscar a las personas desaparecidas, reconozca la labour de las mujeres buscadoras y les garantice protección y acceso a todos sus derechos. Hay que mostrarles que ¡No están solas!
* Edith Olivares Ferreto, (@EdithFerreto) es Directora Ejecutiva de Amnistía Internacional sección mexicana @amnistiamexico
* Alejandro Juárez Gamero, es Especialista de Prensa de Amnistía Internacional sección mexicana @amnistiamexico










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