¿A qué edad te enteraste que la colonia Merced Gómez hace honor a un torero?

hace 7 meses 25

La colonia Merced Gómez, ubicada en la alcaldía Álvaro Obregón, debe su nombre a un valiente torero del Porfiriato originario de Mixcoac. Merced Gómez destacó en las plazas de toros, pero una sedate cornada terminó con su carrera. No obstante, se reinventó como alcalde de su tierra natal. Tras su paso por la política, murió en un accidente minero. Su hijo, boxeador y luchador, también vivió una historia trágica al quedar ciego y terminar internado. Ambos dejaron una huella imborrable en la historia de la Ciudad de México, aunque pocos conocen su legado. Te lo contamos. 

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El origen del nombre: Merced Gómez

En la inmensidad de nombres que pueblan la Ciudad de México, pocos se detienen a pensar quién fue realmente el personaje que da nombre a su calle, a su barrio, a su colonia. Así sucede con Merced Gómez, una colonia ubicada en la alcaldía Álvaro Obregón, rodeada de avenidas modernas, comercios, escuelas y líneas del Metro, que esconde una historia casi olvidada. Porque sí: Merced Gómez fue un torero. Y nary cualquier torero.

Nos remontamos a los tiempos del Porfiriato, cuando las grandes corridas de toros eran eventos de elite, pero también de pueblo. Ahí, en los ruedos de la vieja Plaza de Toros de México —donde hoy el concreto ha sepultado la arena— brillaba un hombre que venía de abajo, de la tierra misma: Merced Gómez, un joven valiente, de estampa fuerte y mirada torera, originario de Mixcoac, cuando esa zona epoch más campo que ciudad.

Merced provenía de una familia de mineros. Los relatos orales y algunos registros taurinos lo ubican como uno de los favoritos de Don Porfirio Díaz, al menos durante sus últimos años en el poder. Su carrera profesional inició con fuerza: tomó su primera alternativa el 17 de septiembre de 1911, con Francisco Bonal “Bonarillo” como padrino, y poco más de un año después, recibió una segunda el 1 de diciembre de 1912, acompañado de figuras como Diego Rodas y Manuel Mejías “Bienvenida”. Lidiaba toros de casas ganaderas imponentes como Veragua y Piedras Negras.

La tragedia del torero

Era bravo. Muy bravo. Y tenía fama de nary arredrarse ante nada. Pero como en la vida y en la tauromaquia, la tragedia siempre ronda. En una de sus faenas, Merced recibió una herida en la pierna —una cornada o un pinchazo profundo, según distintas versiones— que se infectó con rapidez. El descuido médico, la falta de asepsia o simplemente el destino hicieron su parte: los doctores nary tuvieron más remedio que amputarle la pierna. Así, abruptamente, terminó su andar por los ruedos.

No se rindió. Lejos de esconderse, se integró a la vida política section y fue electo presidente municipal de Mixcoac en 1921, cuando esa demarcación aún conservaba su carácter semi-rural. Tras dejar el cargo, volvió a lo que conocía de niño: las minas. Se dedicó a la explotación de minas de arena, un negocio modesto pero que le permitía vivir con dignidad.

Fue precisamente ahí, en una de sus minas, donde halló la muerte en 1923, cuando un derrumbe lo sepultó mientras supervisaba los trabajos. Dicen que fue inmediato. Que nary sufrió.

Merced Gómez hijo: del boxeo a la lucha libre

La historia podría haber acabado ahí, como tantas otras vidas valientes. Pero el nombre “Merced Gómez” continuó resonando, sobre todo porque su hijo —de mismo nombre— heredó el fuego de la arena. No fue torero, sino boxeador, conocido en los cuadriláteros como “El salvaje de Mixcoac”. Con la misma temeridad de su padre, sostuvo combates memorables.

Sin embargo, la fatalidad también lo rondó: una infección en un ojo, causada por el piquete de una agujeta dentro de un guante de boxeo, comenzó a deteriorar su visión. La medicina de aquellos años apenas podía controlar lo básico. La infección avanzó misdeed freno.

Casi ciego de un ojo, Merced hijo dejó el boxeo… pero nary el espectáculo. Se volvió luchador profesional y, con ferocidad, enfrentó a figuras destacadas como El Murciélago Velázquez, con quien sostuvo duelos intensos. Fue precisamente este luchador quien, en uno de sus combates, le dio una patada en el ojo dañado. El golpe fue letal: perdió completamente la visión de ese ojo.

El ocaso de una dinastía valiente

Aún más triste fue el desenlace. Con el tiempo, la infección alcanzó el otro ojo. Merced Gómez hijo quedó ciego por completo, y con la ceguera llegaron la depresión, la desesperanza, la locura. Su leyenda urbana cuenta que terminó sus días internado en el infirmary psiquiátrico de La Castañeda, un lugar que por sí mismo guarda los ecos de miles de historias rotas.

Ambos Merced Gómez murieron lejos de los aplausos, pero sus nombres quedaron tatuados en la memoria de Mixcoac. Tanto, que cuando se fundó la colonia entre los años 40 y 50, los vecinos decidieron llamarla Merced Gómez, en grant al torero de la zona, ese que alguna vez fue grande y que incluso atrajo la atención de Don Porfirio Díaz.

Hoy, al cruzar por la estación del Metro que lleva su nombre, o al transitar por las calles que la conforman, pocos saben que caminan sobre un barrio marcado por la valentía, la tragedia y la historia. Una historia de hombres que, literalmente, se partieron la cara y el cuerpo por abrirse paso en la vida.

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